sábado, 24 de marzo de 2012

Cap. 3

 A veces el pasado es un candado de piedra que nos cuelgan del pescuezo, y nos encorva como un lastre y nos golpea en las rodillas cada vez que intentamos dar un paso[...]. Esos pasados que a uno le gustaría sacarse de encima por lo menos por un rato para ver qué se siente ser un recién nacido con nada más que futuro, un futuro livianito y en blanco por delante. Nosotros cargábamos con un pasado de ésos.
Eduardo Sacheri

Caminando las mismas viejas baldosas sucias de la última vez con dirección a la misma vieja puerta, reflexionaba sobre lo que había sido la vida en los últimos meses. Se acordó de lo que era hasta hace unos meses, un alma errante y solitaria vagando por los caminos de la gran ciudad, terminando siempre en un callejón sin salida. Viéndolo con los ojos del pasado, casi que podía asustar el hecho de detenerse a observar el repentino salto de página, el audaz cambio de rumbo que habían sufrido los acontecimientos en la vida. Su deseo, o mejor dicho, su cambio de actitud (porque lo cierto es que uno puede pedir al cielo todo lo que crea necesitar, pero si no se mentaliza en que también hay que poner parte de uno para ayudar a que dichos deseos se cumplan, las chances de que no termine pasando un carajo son gigantescas) se había realizado, y efectivamente su vida había dado un giro de 180°. Fue duro aceptar que para que el cambio efectivamente ocurriese, había que dejar atrás una serie de cosas que uno quizás no quisiera dejar atrás, pero la promesa de un futuro mejor fue el mejor aliciente espiritual para que la decisión fuese tomada inapelablemente. Es por eso que, con un poco de ayuda de la suerte, se hizo realidad la posibilidad de casi nacer de nuevo, de escribir la novela de la existencia con una introducción nueva, libre de viejos vicios y con todas las ganas de empezar de nuevo. De modo que las circunstancias habían llevado a que el cambio se produjera, y le habían aportado un relanzamiento de su existencia en una lejana ciudad nueva, con nuevos amigos, nuevas responsabilidades y nueva libertad, las cuales le habían dado a la vida un sentido más centrado. Dejó de volar en la mente pero con el cuerpo en la tierra, para empezar a volar en cuerpo también.

Llegó ante la misma vieja puerta de siempre, distinta pero igual, y abriéndola sigilosamente entró de nuevo en casa. Realmente se sentía muy extraño volver al lugar que siempre se consideró "nuestro" y encontrarlo un poco más ajeno, y que hasta las personas más cercanas a su entorno ahora parecieran un poco menos familiares. "En fin, es el precio que se paga" pensó, y se consoló a sí mísmo diciendo que lo había hecho por una buena causa. Se sintió casi como si hubiera retornado brevemente al mismo estado de estancamiento que tantas otras veces había sentido al estar tirado en el cuarto sin hacer nada, aunque dicho sentimiento venía aparejado con esperanza. Esperanza de que van a ser sólo unos pocos días donde todo volverá a ser como en el gris pasado, y luego vendrá el hermoso verde del futuro. Siguió pensando acerca de otros temas relacionados, y de pronto recordó el horrible retorno del sentimento de cohibición al hablar con gente cercana, sensación de la cual creía haberse librado después de casi no haberla experimentado en un mes. Fue casi como volver a ver fantasmas en sueños que uno ya creía superados.

Se tiró en la cama, y mientras su cerebro cedía lentamente ante el sueño, rememoró algunos geniales momentos vividos en la otra cara del mundo, esos mismos recuerdos que ahora lo tentaban y atormentaban diciéndole "sabés que tenés que volver". Pese a que quizás ahora de nuevo en la gran ciudad muchos factores externos intentaran obligarlo a repensar su decisión, ahora sentía que su voluntad era lo suficientemente fuerte como para hacer frente con firmeza ante aquellas garras que pretendían aprisionarlo, y gritarles que nada podían hacer en él, porque la decisión nunca sufrió la menor posibilidad de cambio y el alejamiento definitivo del pasado estorbante es inminente e irremediable. Y sí, así fue nomás.

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